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Deportación lo convierte en indigente
26 julio 2016

Raúl Guzmán Hernández, de 54 años, es parte de las estadísticas del Instituto Nacional de Migración (INM), pero su historia es única, ya que luego de ser productivo en Estados Unidos, fue deportado y ahora vive como indigente.

Ahora, anhela un empleo para poder vivir con dignidad, pues sus años de prosperidad terminaron con su deportación que hoy lo ha llevado a residir en una casa deshabitada en la ciudad.

Guzmán Hernández es una de los 6 mil 883 personas que han sido repatriadas por esta frontera en lo que va del año. De esta cantidad, el 87.7 por ciento corresponde a varones.

Muchos de ellos emprenden el camino a su ciudad de origen, pero él decidió quedarse en Nuevo Laredo.

En sus años de juventud salió de su natal Acapulco, Guerrero, dejando atrás a su familia completa para lanzarse a la aventura, cruzar el río Bravo y adentrarse en el Estado de Texas.

Su primera estancia fue en Galveston y se dedicó de lleno a trabajar, siempre pensando en juntar dinero para rentar un lugar digno, pero la suerte le cambió con la deportación.

“Ahora estoy viviendo como indigente, pero no soy indigente, allá trabajé de todo, era muy joven, hasta el cansancio trabajaba y no me importaba, pero caí en el alcohol”, confesó el guerrerense.

Argumentó estar viviendo en una casa abandonada por no tener empleo seguro, y desde entonces realiza trabajos temporales en ranchos, quitando hierba de algunos lotes o juntando botes de aluminio para subsistir.

“Cuando lo contratan a uno, te quieren trabajando todo el día, pagándote 100 pesos, es poco, no alcanza para nada”, expresó, mientras aspira su cigarrillo acostado en un viejo colchón al final del patio de la casa en ruinas.

Afirmó que al llegar a ese lugar ubicado en Morelos y Lincoln, se encontró con dos compañeros más con quienes vive, uno de ellos originario de Chihuahua.

“Uno ya estaba y el otro llegó después, si tienen jale se van, luego regresan a lo mismo, yo gracias a Dios dejé el alcohol, me estaba acabando, caí mucho, ahora estoy recuperado”, dijo mostrando una Biblia en sus manos.

El lugar abandonado que sirve de vivienda para Raúl Guzmán está lleno de escombro, en otra sección del patio un lazo improvisado sirve de tendedero para poner a secar la ropa que se lavó.

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