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En una década, el Vaticano ha recibido 6 mil demandas por pederastia: informes internos
7 marzo 2016

Es la mayor lacra en la Iglesia católica de las últimas décadas. Desde que estallara el caso de abusos sexuales en la diócesis de Boston en 2001 -retratado con maestría por la oscarizada Spotlight-, las denuncias contra sacerdotes y religiosos se han extendido como la pólvora. Según los datos de la propia Santa Sede a los que ha tenido acceso ElDiario.es, en la última década han llegado más de 6 mil, a una media de cerca de 600 casos por año.

Entre 2004 -año en que se recibieron casi 800 denuncias- a la actualidad, la maquinaria canónica ha procesado miles de causas, y casi un millar de curas -848- han sido expulsados del sacerdocio, “reducidos al estado laical”, según datos de la Comisión Pontificia para la Tutela de Menores, creada por el Papa Francisco y que intenta coordinar la respuesta de la Iglesia frente a este cáncer. Más de la mitad de las denuncias acaba llegando a juicio por la vía canónica y alrededor de tres de cada cuatro concluyen con la condena del acusado. Al margen del proceso religioso bajo las leyes canónicas del Estado vaticano, hay casos por la vía civil en cada país.

De las casi 6 mil denuncias presentadas ante la Santa Sede, entre 2004 y 2013, la Congregación para la Doctrina de la Fe estudió “3 mil 420 casos creíbles de abusos a menores de 18 años”. Es decir, la mitad de las presentadas. El año 2004 tiene muchas más demandas que el resto porque recogía conductas delictivas cometidas desde 1950. De estos más de 3 mil casos, se expulsó a 848 sacerdotes. En el resto de casos, los sacerdotes fueron simplemente sancionados con distintas penas, que el informe vaticano no especifica, pero que podrían ir desde una sanción temporal a un traslado, o a evitar su trato con menores.

En el aspecto puramente jurídico, la responsabilidad recae en la Congregación para la Doctrina de la Fe. En las oficinas de la antigua Inquisición los informes se amontonan. Una causa contra un sacerdote por pederastia, o contra religiosos u obispos por encubrimiento, tarda años en sustanciarse, pues el sistema vaticano es sumamente garantista. De hecho, el Papa Francisco tuvo que nombrar hace unos meses un tercer secretario adjunto de la Congregación para que se ocupara única y exclusivamente de estos casos.

“No dan abasto”, reconocía Bergoglio en el vuelo de vuelta de México, donde dejó claro que no hay lugar en la Iglesia para los abusadores y sus cómplices.

“Un obispo que cambia a un sacerdote de parroquia cuando se detecta una pederastia es un inconsciente y lo mejor que puede hacer es presentar la renuncia. ¿Clarito?”, apuntó entonces el Papa, tal vez pensando en su Ministro de Finanzas, George Pell, que acaba de declarar respecto a su papel en la gestión de casos de abusos sexuales hace décadas en Australia.

Bergoglio, quien ya dijo en su día sobre el caso de abusos en Granada que “la verdad es la verdad, y tiene que salir a la luz”, añadía en la última entrevista: “Doy gracias a Dios de que se haya destapado esta olla y hay que seguir destapándola. Y tomar conciencia. Y lo último que quiero decir es que es una monstruosidad, porque un sacerdote es consagrado para llevar a un niño a Dios y ahí se lo come en un sacrificio diabólico. Lo destruye”.

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