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No es insomnio, es que dormir 8 horas tal vez no es natural
21 octubre 2015

Aquellos que no logramos conciliar el sueño con facilidad o mantenerlo de siete a nueve horas seguidas corremos traumatizados a la farmacia a por valerianas o pastillas. El insomnio es un mal cada vez más común que se atribuye casi exclusivamente a un creciente uso de televisión, smartphones, ordenadores, tablets y demás aparatos con pantallas resplandecientes. Así lo concluyó la BBC en una publicación basada en los estudios de la investigadora Mariana Figueiro.

Pero no todo es culpa de nuestra creciente afición por la tecnología. Dormir ocho horas podría ser, simplemente, antinatural.

En el pasado, los hábitos para dormir eran muy distintos. La gente dormía en dos turnos: Dos horas después de la puesta del sol, se acostaba y dormía cuatro horas. Luego, hacían otras actividades —leían, oraban, tenían sexo…— y volvían a dormir unas horas más. Con la llegada de la Revolución Industrial, los hábitos también se revolucionaron. Las largas jornadas laborales terminaron con el hecho de dormir por turnos y se instaló la costumbre de dormir ocho horas del tirón.

Un grupo de investigadores decidió ir aún más atrás. Querían averiguar los hábitos de sueño y descanso de nuestros antepasados, los cazadores-recolectores. Para ello, estudiaron los patrones de sueño de 98 personas de tres de las sociedades cazadadoras-recolectoras que existen a día de hoy: los hadza de Tanzania, los san de Namibia y los tsimane de Bolivia.

El resultado del estudio les sorprendió: estas tres comunidades dormían 6,5 horas por la noche. Se acuestan —en promedio— 3,3 horas después de que el sol se ponga, y hasta que lo hacen no tienen otra luz que la de la hoguera. Este patrón de sueño se ve impulsado básicamente por la temperatura. Duermen durante las horas más frías del día.

“El patrón de sueño corto de estas poblaciones desafía la creencia de que el sueño se ha reducido en gran parte por culpa del mundo moderno”, dice Jerome Siegel en un artículo publicado en la revista Current Biology. “Acabamos tomando pastillas para dormir creyendo que estamos durmiendo por debajo del nivel natural, culpándonos, creyendo que es por el uso generalizado de la electricidad, la televisión, Internet…”

Los cazadores-recolectores de los tres grupos estudiados no se sentían cansados y dos de los grupos carecen de vocabulario para referirse al insomnio. Por ello, los investigadores sugieren que tal vez deberíamos imitarlos para tratar los trastornos del sueño que experimentamos en el mundo occidental.

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