Investigadores de las universidades Nacional Autónoma de México (UNAM) y Autónoma Metropolitana (UAM) pusieron hoy en tela de juicio la versión de la Procuraduría General de la República (PGR) sobre el destino final de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos.
En conferencia de prensa en la sede de Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos), aseguraron que la hipótesis oficial de que los 43 estudiantes fueron calcinados carece de rigor científico y, aún más, manifestaron que el resto óseo que permitió a expertos de Austria identificar a Alexander Mora, una de las presuntas víctimas, proviene de un sitio distinto al río San Juan, donde supuestamente fueron tiradas las cenizas.
Jorge Antonio Montemayor Aldrete, del Instituto de Física de la UNAM, y Pablo Ugalde Vélez, investigador de la UAM Azcapotzalco, consideraron “imposible” la hipótesis presentada por el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, con base en la experiencia científica y la revisión de las declaraciones públicas así como de fotografías del basurero de Cocula.
Los razonamientos de los científicos son compatibles con las consideraciones del experto en incendios y explosivos, Alfonso Palacios Blanco, y de la antropóloga forense de la UNAM, Lorena Valencia Caballero, entrevistados por la reportera Patricia Dávila y cuyas declaraciones se publicaron en el número 1985 del semanario Proceso del 16 de noviembre último.
Para Montemayor Aldrete “la versión oficial no se sustenta más que como una fantasía” de Murillo Karam. Un operativo para desaparecer los cuerpos como lo describe el procurador requería, dijo, la participación de “muchísimas más que tres o 15 personas” como dice la indagatoria, aunque sólo haya tres detenidos que lo sostienen.
El investigador del Instituto de Física refirió que los restos de Alexander Mora no fueron quemados en el basurero, porque por las condiciones en que se encontraba la osamenta hallada es compatible con “hechos y/o fenómenos físicos o químicos naturales”.
Según los investigadores, el primer elemento que hace inverosímil la versión oficial es que los 43 cuerpos, “que no son pelotas ni cilindros”, hayan llegado al fondo del basurero como los indiciados lo describen porque el vertedero “no es una resbaladilla ni lo encerraron para que los cuerpos rodaran”, aclaró Montemayor.
El documento firmado por Montemayor y Ugalde indica que “en los lugares de mayor caída libre, los cuerpos deberían haber dejado trazas de piel, sangre y huesos de cráneo libres o adheridos a restos de ropa, los cuales servirán como fuentes de material genético para identificación”.
Sobre la fuente del incendio, el informe considera que se requerían “33 toneladas de troncos de árboles de una cuatro pulgadas de diámetro para cremar 43 cadáveres”, lo que hubiera dejado residuos “de huesos y cenizas de leña que pesarían 333 kilos de los cuales 116 corresponderían a restos humano” y se “podría empacar en 12 bolsas con aproximadamente 25 kilogramos de residuos de combustión y restos humanos mezclados”.
En caso de que se hubieran utilizado llantas para quemar a los estudiantes y “reducirlos a los restos mostrados por la PGR, como declararon los inculpados, se requieren alrededor de 995 llantas de autos de pasajeros”.
Montemayor sostuvo que de haberse producido una pira humana de las dimensiones que asegura la PGR, “se hubiera observado a 10 kilómetros de distancia” y habría dejado el área del incendio con “piedras ennegrecidas, rotas por el calor, y charcos de grasa”, de lo que hasta ahora, subrayó, no hay evidencia.
El investigador de la Metropolitana, Pablo Ugalde, insistió en que por la experiencia científica “podemos comprobar que la hipótesis de la PGR es imposible, y para ello no se necesita ir al lugar de los hechos; sólo necesitamos trigonometría para calcular la inclinación del vertedero, y confirmar que no era posible que los cuerpos rodaran hacia el fondo del tiradero”.
Apuntó que la afirmación de Murillo Karam de que las llamas alcanzaron una temperatura de mil 600 grados centígrados “se desmiente al ver fotografías donde se aprecian restos de alambres, porque el acero se funde a los mil 600 grados y si había alambres es que no se alcanzó esa temperatura”.
Los expertos informaron que el estudio será enviado a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y a la ONU.
La duda del lugar dónde fue localizado el resto óseo de Alexander fue sembrada por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). En un comunicado difundido el pasado 7 de diciembre aclaró que ninguno de sus integrantes “fue testigo del hallazgo del fragmento que culminó en esta identificación”.
En el mismo documento, los científicos argentinos asentaron que “no hay suficiente certidumbre científica o evidencia física de que los restos recuperados en el río San Juan por peritos de la PGR y en arte por el EAAF, correspondan a aquellos retirados del basurero de Cocula, como indicaron los inculpados por la PGR”.