Cuando Alexander Mora Venancio veía a un anciano caminando en las calles de El Pericón, Tecoanapa, Guerrero, hacía una reverencia como signo de respeto.
Era un joven educado, huérfano de madre, vivía en una casa de techo de lámina, con piso de tierra, con dos de sus hermanos y su padre.
Su papá Ezequiel Mora Chora, es un taxista que trabaja un vehículo ajeno para poder proveer a su familia. Alexander abandonó la Universidad Autónoma de Guerrero, donde estudiaba Desarrollo Regional, porque quería estudiar para maestro en la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos.
Estudiaba primer grado, tenía 19 años cuando desapareció en Iguala con otros 42 compañeros. Ayer su padre Ezequiel, se quebró de dolor cuando le avisaron a medio día que algunos restos recuperados del basurero de Cocula, eran de su hijo.
“Cuando llegamos a la Normal, sus dos hijos que siempre lo acompañan no estaban con él. Estaba destrozado, nos vio y nos abrazó con los ojos llenos de lágrimas, le dijimos que nos quedaríamos con él, pero nos dijo: ‘vayan a marchar, vayan, la lucha sigue, tiene que seguir’, estaba con la frente en alto, lleno de dolor, pero con la frente en alto”, dijo José Isabel García Mora, familiar de Alexander.
Alexander, dijo José Isabel, formaba parte del equipo de fútbol de El Pericón, no bebía y era amable con sus vecinos en el pueblo.
“Somos de rancho, ahí todos nos conocemos, Alexander, era un muchachito que si veía a un viejito, le hacía una reverencia, como es la tradición, de respeto hacia esa persona, así era él, muy educado, muy bueno, su único pecado fue ser pobre, muy humilde y querer ser maestro”, recordó.
El joven tenía tres hermanos y a su padre. Su madre falleció hace dos años. Uno de sus hermanos trabaja como jornalero en el corte de uva en un campo agrícola de Sonora.
Cuando decidió dejar la universidad para ingresar a la normal de Ayotzinapa, su padre se opuso en un principio, dijo José. Sin embargo, el deseo de Alexander por ser normalista y el lograr superar los exámenes para su admisión, convenció a Ezequiel de permitir que el muchacho ingresara a la escuela.
Ahí, en la normal Raúl Isidro Burgos, Alexander vivió los primeros meses del semestre en condiciones precarias, pues los alumnos de primer ingreso ocupan las habitaciones más deterioradas, con olor a humedad, donde las puertas se cierran con un candado y una cadena, porque no hay cerrojos y los agujeros en las paredes se cubren con trapos viejos o con pedazos de cartón.
Dormía hacinado en las pequeñas habitaciones con otros jóvenes, se bañaba con agua helada, porque no hay calentadores. Como todos los de primer ingreso, Alexander sembró en agosto flor de cempasúchil morada, cilantro y rábano como parte de las pruebas para obtener una matricula.
Pero nunca volvió para la cosecha y su padre, dijo José, ni siquiera tiene un cuerpo para velar y sepultar. Sólo encontraron un hueso y una muela, restos que bastaron para ser el primero de los 43, en ser identificado.
LOS NORMALISTAS DE TECOANAPA
Como Alexander, el municipio de Tecoanapa, región de Costa Chica, tiene ocho normalistas desaparecidos desde el 26 de septiembre en Iguala.
Andrés González Leyva, tío de los hermanos Dorian González y Abel González, dos estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos y originarios de ese municipio, dijo que los familiares de los muchachos confían en la información de los peritos argentinos y que aún mantienen la esperanza de que los otros normalistas estén vivos.
“Hasta que no nos digan que son ellos, vamos a seguir esperándolos vivos. No nos queremos hacer a la idea, no queremos creerlo”, indicó. Los ocho jóvenes son hijos de personas que pertenecen a la Unión de Pueblos Originarios del Estado de Guerrero (UPOEG).
Manuel Vázquez Quintero, abogado de la UPOEG, dijo a SinEmbargo hace unos días que hasta el momento las brigadas donde participan padres de los estudiantes, encontraron unas 200 fosas entre Iguala y otros municipios de Guerrero. A través de la cuenta Ayotzinapa Gro.
Escuela Normal Rural “Raul Isidro Burgos”, luego de conocer la noticia del hallazgo se publicó un mensaje donde se informó que los peritos argentinos le confirmaron al padre de Venancio que uno de los fragmentos encontrados corresponden a su hijo.